La Segunda Guerra Mundial fue sin duda el conflicto armado más sangriento sucedido en la historia, mostrando a su término una cifra de víctimas mortales de 52 millones de personas, en comparación a los 9.8 millones que murieron en la Primera Guerra Mundial. Podemos decir que las matemáticas fueron en gran parte responsables de tanta destrucción, así como de que se acabara la guerra más rápidamente de lo previsto.
Las matemáticas en la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a la ingeniería militar para la creación de grandes armas, bombas, las grandes fragatas de guerra, los
portaviones, aviones, tanques, etc. En los dos bandos hubo matemáticos dedicados al
estudio de material militar, desde el blindaje de tanques hasta la producción
de munición pasando por diseños balísticos. Pero no se quedó solo en la aplicación de fórmulas y cálculos
para la ingeniería bélica, sino que tuvo que ver con las estrategias militares, sin las
cuales las mejores armas no hubieran funcionado.
Pero la sencillez de Enigma contrastaba
con la complejidad de su cifrado. Cada disco podía cambiar cada letra
de formas distintas, y al ser tres había posibilidades
diferentes. Pero esto no era todo, el orden de los discos era
intercambiable, lo que aumentaba este número de posibilidades. Los militares
alemanes modificaron Enigma aumentando el número de discos a cuatro,
que se escogían de un grupo de ocho o más lo que aumentó el número de posibilidades
a millones de millones. Gracias a esto pensaban que Enigma era
inquebrantable.
Tenemos
que tener en cuenta que las comunicaciones eran materia de vital importancia.
Mensajes iban y venían de los altos mandos a los comandantes en el campo
de batalla, era pues necesario asegurar el secreto de éstos y, de ser
posible, interceptar los del enemigo. Por ejemplo, Enigma fue un elemento
clave para cortar los suministros que llegaban a Inglaterra a bordo de buques
que provenían principalmente de Estados Unidos. Los alemanes desplegaron
una gran cantidad de submarinos que se encargaban de derribar las
embarcaciones, pretendiendo así agotar la fuerza de lucha inglesa. Los
ingleses a su vez combatían con el propósito de controlar los mares y asegurar
los suministros, así se desató una disputa marítima conocida como la
Batalla del Atlántico.
Sin embargo, fue Alan Turing,
posiblemente el más famoso de los matemáticos británicos involucrados en la
Segunda Guerra Mundial, que junto con su equipo en Bletchley Park, descifró el
código de comunicación secreta de la máquina Enigma. Un golpe de suerte
favoreció a los ingleses pues la Royal Navy capturó un submarino alemán y en él hallaron una Enigma y un libro de
claves.
Alan Turing, considerado el padre de la Computación y
de la Informática actual diseñó una nueva máquina que fue llamada Bomba y era
la bomba inglesa contra el sistema de encriptación alemán representado por la
máquina Enigma.
También, un
grupo de investigadores de Reino Unido, bajo la dirección de Patrick Blackett,
posteriormente premio Nobel de Física, logró mejoras en el uso de radar aéreo
para localizar los submarinos alemanes entre los años 1942 y 1945. Sus trabajos
dieron nacimiento a un nuevo campo de las matemáticas, la Investigación Operativa, que consiste en el uso de modelos y datos estadísticos para tomar
decisiones.
Al acabar la guerra, todos aquellos brillantes matemáticos
regresaron al mundo académico, donde pudieron formalizar los atropellados
desarrollos obtenidos durante el combate y utilizarlos para el desarrollo industrial y
económico de la sociedad, lográndose así el avance de muchas disciplinas científicas y
tecnológicas de las que nos beneficiamos hasta nuestros días.
Al
finalizar la segunda guerra mundial, el primer ministro inglés, Winston
Churchill, pronunció: “(...) sin el desciframiento de Enigma, la Batalla del Atlántico y
la guerra podrían haberse perdido”. Según algunos historiadores, el
trabajo hecho para descifrar los mensajes del ejército alemán acortó el final
de la contienda unos dos años.