Este hecho ya fue
constatado por Pappus de Alejandría, matemático griego (282- 305). Su
afirmación se basaba en la forma hexagonal que imprimen a sus celdillas las
abejas para guardar la miel. Las abejas, cuando guardan la miel, tienen que
resolver varios problemas. Necesitan guardar la miel en celdillas individuales,
de tal manera que formen un mosaico sin huecos ni salientes entre las
celdillas, ya que hay que aprovechar el espacio al máximo pero esto solo
podrían hacerlo con triángulos, cuadrados y hexágonos. ¿Por que eligieron
entonces los hexágonos, si son más difícil de construir?
La respuesta es un problema isoperimétrico (del griego «igual perímetro»). Pappus había demostrado que, entre todos los polígonos regulares con el mismo perímetro, encierran más área aquellos que tengan mayor número de lados, además los único polígonos regulares que podían cubrir todo el plano, sin dejar hueco, son los triángulos equiláteros, cuadrados o hexágonos regulares.
Por ello, la forma de
construcción elegida por las abejas es el polígono hexagonal porque cubre todo
el espacio sin dejar huecos y además es el de mayor área de las tres formas, lo que significa que cabe
más miel en su interior.
En resumen, las
abejas construyen sus celdillas de forma hexagonal, ya que, gastando la misma
cantidad de cera en las celdillas, consiguen mayor superficie para guardar
su miel.
Desde siempre estos
panales han llamado la atención de los hombres y, en particular, de los
científicos: la regularidad no sólo en la forma de las celdillas, sino también
en su tamaño hizo que en el siglo pasado se llegase a proponer la medida del
diámetro de una celdilla (5´15 mm) como nueva unidad de longitud.
Un cometido fundamental
de las celdillas es almacenar la miel que las abejas van fabricando con el
polen de las flores. También en ellas la reina pone huevos que, tras un período
de metamorfosis, se convierten en individuos adultos.
La pregunta es: ¿y quién le enseñó esto a las abejas?
En 1872, Charles Darwin propuso que los
animales expresaban emociones. Le llovieron las críticas e incluso las
burlas. Hasta entonces se consideraba a toda especie, distinta de la humana,
como poco más que un objeto animado, una bestia programada solo para la
satisfacción de sus instintos. Pero poco podía sospechar el padre de la teoría
evolutiva que las capacidades de los animales van aún mucho más lejos: en los
últimos años se han desvelado las habilidades de numerosas especies para algo
que creíamos tan exclusivamente humano como las matemáticas. Y ni siquiera se
requiere para esto el complejo cerebro de un primate: con menos de un millón de
neuronas —frente a nuestros 86.000 millones—, las abejas son capaces de
aprender los fundamentos abstractos de las matemáticas.
Cuando las sentimos zumbando molestamente a nuestro
alrededor, apenas se diría que las abejas sean capaces de algo más que buscar
flores para sorber su néctar. Con los años, la ciencia nos ha enseñado que su
danza encierra un complejo sistema de comunicación capaz
de codificar el camino, la distancia y la dirección hacia una fuente de
alimento, lo que requiere no solo un reconocimiento del entorno y una sólida
memoria, sino también un proceso de abstracción. En 2012 un estudio mostró que
estas capacidades se sustentan en la destreza de las abejas para comprender
conceptos como arriba, abajo, izquierda,
derecha o igual y diferente que son
conceptos matemáticos previos al
aprendizaje del número.
Pero por si esto no fuera suficiente logro para un
cerebro de medio milímetro, en 2018 Adrian Dyer y sus colaboradores en la
Universidad RMIT de Melbourne (Australia) descubrieron que las abejas saben
contar. Los investigadores entrenaron a los insectos para distinguir entre cantidades
distintas de formas geométricas, como cuadrados o círculos, de modo que
tuviesen que elegir, desde 1 hasta 6, el número menor. Se ha demostrado que incluso
pueden llegar a entender el cero y distinguir entre pares e impares y hacer operaciones.
Los siguientes enlaces dan cuenta de todo lo que hemos afirmado.
Dominio simultáneo
de dos conceptos abstractos por el cerebro en miniatura de las abejas | PNAS
Ordenación numérica
de cero en abejas melíferas (science.org)
Abejas que saben matemáticas: cuentan, ordenan, suman y restan | OpenMind (bbvaopenmind.com)
Las abejas aprenden matemáticas: saben distinguir entre números pares e impares (lavanguardia.com)
PARA LOS PROFESORES
Vamos por último a plantear un problema para
los alumnos que puede proponer el profesor después de dar la información que hemos
desarrollado en esta entrega.
El mecanismo natural de selección de las especies hace
que prosperen las soluciones óptimas: las más económicas en términos de gasto
energético. Salen adelante las variantes genéticas que consiguen la
supervivencia con menor trabajo.
Por eso la forma y el tamaño de las celdillas deben
ser las que se ajustan estrictamente a
las necesidades de las abejas. ¿Y cómo lo consiguen? Pues, por una parte,
haciendo que las celdillas encajen perfectamente unas en otras, con lo que un
mismo tabique sirve para dos celdas. Es el clásico problema del teselado
(cubrir todo el plano sin dejar huecos) con polígonos regulares. Se puede
conseguir de varias maneras.
a) ¿Recuerdas con qué polígonos regulares (todos
iguales) es posible hacerlo?
Veamos otra condición: la abeja necesita que las
celdillas tengan una superficie determinada, pongamos 4 cm2 (en realidad
es mucho menor), que le permita introducir su cuerpo en ellas. El objetivo de
esta actividad es investigar el por qué, de entre todas las formas posibles, ha
prevalecido el hexágono:
b) ¿Qué perímetro tiene un triángulo equilátero cuya
superficie es de 4 cm2?
c) ¿Qué perímetro tendría un cuadrado de la misma
superficie?
d) Estudia la misma cuestión con un hexágono
regular.
e) Relaciona las anteriores respuestas con el
problema de las abejas.
Si has hecho bien los cálculos habrás llegado a la
conclusión de que:
Entre todas las formas
poligonales regulares que llenan el plano, el hexágono regular es la que
consigue encerrar una superficie con el menor perímetro.
f) Las cuestiones precedentes se referían a una
superficie de 4 cm2 para simplificar los cálculos. Ahora intenta
demostrar la anterior conclusión en general, para una superficie S cualquiera.
Muchas gracias por este fantástico artículo. ¡Qué grandes las abejas! Bajémonos de nuestro pedestal y reconozcamos como se merecen todas las formas de vida.
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